¿Has visto alguna vez un Mediterráneo tan turquesa? La tercera Isla Balear en población se distingue de sus hermanas por su espíritu calmado, su interés natural –en 1993 la ínsula fue declarada Reserva de la Biosfera– y su tradición culinaria, ligada al producto local y a su historia. Desde Mahón, la capital, hasta las callejuelas de la Ciudadela, pasando por la influencia francesa del municipio de Sant Lluís, Menorca desborda encanto y te contamos como aprovecharlo en estas diez pistas eco.
Tranquilo, si no eres un senderista avanzado también podrás disfrutar de este conjunto de caminos. Veinte rutas que te permiten recorrer Menorca a pie –o en bici– de punta a punta o escoger cualquiera de sus tramos, de diferentes dificultades. En el camino te encontrarás con bosques, calas recónditas y curiosidades geológicas y culturales.
Las praderas de posidonia marina que campan en todo el litoral isleño son un indicativo de su buena salud. Arrecifes, cuevas y una fauna autóctona para deleite de los submarinistas. Si no tienes título de buceo siempre puedes aprovechar y sacártelo en uno de los centros de la isla, como Diving Center Fornells, Scuba Plus y S´Algar Diving, u optar por el snorkel –con lo cristalinas que son las aguas lo verás todo, todito–.
Enmarcado dentro de la llamada Ruta Talayótica –esta engloba todos los restos prehistóricos del atolón– este cementerio se remonta al siglo XI A.C. y fue utilizado durante mil años, se calcula que hasta la llegada de los romanos. 90 tumbas excavadas a modo de grutas en la piedra, ubicadas en un espacio natural increíble: Cala´n Porter, una coqueto arenal blanco recogido dentro de una bahía.
Ya os decíamos al comienzo del texto que Menorca era el hogar del Mediterráneo más turquesa. Y es aquí, en cala Macarella, dónde esta frase cobra el máximo sentido. Con este arenal, ubicado al sur de la isla, sobran las descripciones y justifican esa escapda a Menorca.
También vírgenes y turquesas, con ellos, las palabras también sobran.
Súbete hasta el punto más alto de la isla y deléitate con la panorámica. Dependiendo del clima, hay días en los que no sólo se puede ver el contorno de la isla, sino que se puede avistar la mismísima Mallorca. Además, allí encontraréis el Santuario de la Virgen de Toro: una iglesia gótica con una virgen tallada en madera.
¿Un queso que existe desde el 2000 A.C. como no va a tener una Denominación de Origen Protegida? Ya los árabes alababan su sabor en documentos que datan del año 1000. Sus exportaciones fueron famosas durante el siglo XIII pero fue durante la dominación inglesa –sí, esta isla fue británica a lo largo de casi todo el Siglo XVIII– cuando eclosionó internacionalmente.
Desde 1997 se llama Mahón-Menorca y aunque existe una producción estandarizada, hay familias que lo siguen comercializando tras seguir un proceso totalmente natural y artesano: leche cruda de vaca, pimentón y aceite de oliva son sus únicos ingredientes.
La biografía del vino menorquín se remonta al siglo XIII, alcanzando su máxima popularidad durante la conquista inglesa, igual que sucediera con el queso de Mahón. Esta longeva tradición vitivinícola se vio interrumpida durante el siglo XIX a causa de una plaga. En los últimos años se ha ido lentamente recuperando hasta alcanzar en 2002 la distinción de “Vi de la terra de la Illa de Menorca”.
De las innumerables bodegas visitables que existen en la isla vamos a quedarnos con Vinya Sa Cudia, por el maravilloso enclave en el que se produce: ubicada en el Parque Natural S´Albufera d´Es Grau, cuenta con una llanura de 70 hectáreas situadas a nivel del mar, recogidas por dunas. El vino homónimo, un blanco seco, es producido con malvasía una de las variedades más arraigadas el territorio menorquín. Además, la bodega está comenzando a producir un tinto ecológico, Favaritx.
Oficios de toda la vida y piezas realizadas a mano con el máximo mimo son parte importante de la economía menorquina. Pequeños talleres de orfebres, joyeros, zapateros o tejedoras se extienden por toda la isla. ¡No dejes de visitar el Centre Artesanal de Menorca!